Qué pasa con la comunicación familiar

Sin comunicación la vida no es nada, no somos nada. El diálogo es fundamental en todo tipo de relación interpersonal, y con mayor razón en las familiares.
De la comunicación depende el desarrollo de los hijos y de sus vidas futuras. La comunicación no es simple transmisión de información, sino de sentimientos, pensamientos, ideas y experiencias que nos ayudan a vincularnos con afecto.
Cuando una familia funciona y hay diálogo e interés mutuo, los estudios coinciden en que se produce una dinámica o factor de protección de los individuos que forman la unidad familiar frente al fenómeno del abuso de drogas u otras dependencias, como las ludopatía. (García del Castillo Rodríguez, 2003)
Es obvio que la familia del drogadicto o del consumidor excesivo de alcohol sufre una severa desorganización. Las relaciones comienzan a centrarse en la persona del consumidor de una manera obsesiva, y otros miembros de la familia (especialmente hermanos menores) comienzan a vivir hacia el enfermo una casi trágica ambigüedad afectiva: por un lado sienten amor y lástima por el alcohólico o drogadicto, pero por otro lado no pueden evitar otros sentimientos de rabia y menosprecio, acompañados de un sentimiento generalizado de impotencia. Así, el miembro consumidor de la familia se torna en elemento de discordia, y perturbador de la paz en el seno del hogar.
Por todo lo que llevamos dicho se ve que el drogadicto es alguien que necesita de toda la ayuda de la sociedad, pues se trata de un enfermo social; es un enfermo con el agravante de que ha perdido, en la mayoría de los casos, la fuerza necesaria para sobreponerse a sí mismo (voluntad enferma), y por lo tanto, su recuperación depende en gran medida de la red de apoyo que podamos tender hacia él. (Álvarez rubio, 2010)

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